Ventajas de los sistemas de código abierto
Todos tenemos contactos diarios con los programas informáticos en mayor o menor medida: computadoras, teléfonos de última generación, televisores e incluso cajeros automáticos. Todos están controlados por sistemas creados mediante distintos códigos que interpretan e interactúan con microprocesadores, memorias y periféricos. Los utilizamos con total soltura, aunque creamos o digamos no tener conocimientos técnicos. solo se trata de necesitar una o varias de ellas para hacernos rápidamente con su funcionamiento.
No obstante, la mayoría de esas aplicaciones de las que nos servimos, se enmarcan dentro de lo que se suele denominar sistemas de "código cerrado". ¿Qué quiere decir esto? Que el código fuente por el que funciona el programa o conjunto de programas, no se hace público o accesible para el usuario normal. Éste, simplemente actúa sobre las funciones visuales, sin posibilidad de modificación de la apariencia o funcionamiento interno, más allá de editar textos, fotografías, participar en un juego, u otros aspectos del programa adquirido. El desarrollo se realiza por parte de los distintos departamentos o equipos que disponen las empresas. La información es secreta y encriptada. Para el uso de los programas, deben abonarse cantidades en un solo pago, con derecho a actualizaciones durante cierto tiempo, o bien, mensualidades que, igualmente, permiten disponer de servicios técnicos e idéntico sistema de puesta al día de estas herramientas informáticas. Las empresas ejercen sus derechos intelectuales e industriales como modelo de negocio, tras las costosas inversiones que realizan para llegar al mercado internacional con productos como el sistema operativo Microsoft Windows, el editor fotográfico Adobe Photoshop, o la interfaz que utiliza, como decíamos al principio, cualquiera de los cajeros automáticos que utilizamos a diario. Evidentemente que, con los conocimientos y medios necesarios, pueden ser hackeados, pero ello supone disponer de competencias superiores de informática e infringir la legalidad que protege estas creaciones.
Por contra, el software de código abierto, se beneficia de comunidades de programadores que mejoran libremente el producto final, con actualizaciones continuas y mejoras que implementan los mismos usuarios, incluidos los sistemas de seguridad que necesita cualquier equipo en línea. Aun así, la distribución de este tipo de programas, no quiere decir que sea obligatoriamente gratuita. Los procesos consumen tiempo y servidores que deben ser rentabilizados. Unas veces mediante precio por compra, o bien, realizando campañas más o menos continuas de micromecenazgo, logran financiar la permanencia, de estas aplicaciones, infinitamente más asequibles que las que vemos anunciar diariamente en televisión, prensa escrita, radio o cualquier otro soporte publicitario.
Si creemos en el procomún y la organización colaborativa, esta es una de las mejores opciones que tiene cualquier empresa o institución pública a la hora de adaptar para sí cualquier sistema informático. Imaginen por un momento, cuánto ahorraría el Estado instalando software libre como el sistema operativo Linux o cualquier de sus variantes, en vez de Windows. O, por ejemplo, en vez de utilizar el omnipresente Microsoft Office, utilizaran la versión de código abierto LibreOffice. La descarga es gratuita, hace exactamente lo mismo que el software de Microsoft y, en muchas opciones, hasta es capaz de ser mucho más eficiente y cercano a las necesidades reales de los consumidores. Como mucho, lo único que piden, es que se realice una donación por el importe que cada cual entienda o pueda aportar.
En cuanto al tipo de licencias que operan en el mundo del software de código abierto, podemos hablar de las permisivas, robustas, robustas fuertes y robustas débiles. Aquí se puede aprender más sobre este aspecto.
Las mejoras que ofrecen este tipo se programas de código abierto son inmediatas, en contra de las que proponen las grandes empresas o multinacionales, que deben esperar a rentabilizar sus costes en desarrollo y, por supuesto, los de publicidad. Por ello, se limitan a sacar nuevas versiones cada año o dos años, mientras que el código abierto está en permanente cambio y adaptación a las normativas, avances tecnológicos, soportes, redes y exigencias cambiantes del usuario.